sábado, 7 de septiembre de 2013
Abrime... soy yo.
-Abrime... soy yo.
Se escucho que decía una voz tras la puerta.
Sé que no tengo permitido recriminarte nada, pero no quiero abrir la puerta, no quiero verte. Sé que voy a perdonarte, sé que voy a volver caer. Por eso quiero estar enojada, aunque sea por corto tiempo, por mínimo que sea, hacerte sufrir un poco. Que entiendas que yo también puedo ser mala, que no soy tan débil como parezco. O al menos, que te lo creas.
Sé que aun permaneces ahí detrás, puedo escuchar tu respirar. ¿Por qué lo haces?¿Qué es lo que te hace persistir?
-¿Estas ahí?- tu voz se quiebra.
Aún recuerdo tus hirientes palabras. Debo hacerlo para guardarte rencor.
Si cierro mis ojos, aún puedo ver esa escena. Vivirla y revivirla. Cada detalle. Cada segundo. Debo ser fuerte y darte una lección.
Jamás pensé que tu me harías algo así. Nunca imagine eso de ti. Pero sé que aún puedo amarte, y siento ira.
Me odio a mi misma por eso. Por ser tan frágil, tan insegura. Por creer, saber, que para mi no hay mejor refugio que tus brazos.
Pero aquella noche tu daño se confundía con los truenos que partían los cuerpos, hacían vacilar las almas. el cielo acompaño con lagrimas mi caminar. Frías e insensibles, sus gotas se mezclaban con los rastros de dolor que se escabullían por mi rostro.
-Te amo.
Por instinto y aún sin poder comprender lo sucedido. Abro presurosamente la puerta. En un esfuerzo por ser mas alta, coloco mis pies descalzos en punta, mientras con mis recelosas manos atraen tu rostro hacia mi.
-Repítelo, quiero guardarlo para siempre en mi mente.
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